Mejor que ayer. Incomparable con mañana.

Repito demasiado habitualmente que el último día ha sido el mejor del Viaje. Muchas veces incluso el de mi Vida. Lo digo y lo escribo porque así lo siento, y no creo estar exagerando.

Lo haría también Hoy. 

Lo diría porque rompí con mis planes para marcharme en otra dirección con tres personas que llenaron cada segundo de felicidad y alegría. 

Personas que se quedan gravadas en tu piel. Rostros humanos que me tatuaré en el corazón para nunca olvidarlas. 

Tuve la fortuna de que una de esas personas me acompañara en mi soñado Camino hacia el Machu Picchu. En cuanto partimos desde Cusco cada instante se convirtió en otro mejor y perfecto segundo de mi Viaje, deseando así que la esperada Meta no apareciera nunca en el horizonte. 

El mejor Día.

Durante cuatro noches y cinco días nos acurrucamos en el calor de una Nueva Familia. Kilómetros de ascensos escarpados, paseos al filo de barrancos, recorridos sobre la vía del tren. Caídas, ampollas, tierra… Comidas, cenas, desayunos… Risas…. Felicidad… 

El mejor Día.

Y llega la meta. Entonces comprendo que añoraré esas frías noches en la tienda de campaña. Que extrañaré ver sus lindas caras y mis manos sucias al amanecer. Que soñaré con ese mate de coca a las 5 de la mañana y los ascensos ciegos hacia una cumbre de madrugada. Que el futuro puede ser igual, pero nunca mejor que el presente transcurrido a su lado.

El mejor día fue Hoy. El mejor día fue Ayer. El mejor día será Mañana. No sé si es lunes o sábado. Si mañana vuelvo o prosigo. Si los volveré a abrazar y reír a su lado o soñaré con hacerlo toda mi vida. No miento, no exagero. Soy sincero ahora. Lo fui cuando lo dije la vez pasada. Lo seré cuando lo haga la próxima. Muy pronto, espero. 

  
Pero lo logramos. No solo es una maravillosa cumbre. Es una vida donde hoy es el mejor día de mi vida. Gracias a ti que caminas a mi lado. 

Felicidad.

La semilla del segundo viaje sudamericano

El amor más grande que existe es el de un amigo. Y lo nuestro fue Amistad a primera Risa. 

Ascender casi cinco mil metros corriendo y contando chistes… Y despertar a menos de dos mil sin oxígeno y sin aliento ni para levantar las sábanas. Mi bombona de aire está lejos.

Tengo demasiadas camisetas, innecesarias medicinas, unas deportivas que uso solo una vez al mes. Compré libros que no consigo leer, souvenirs que aún no pude entregar, prendas de ropa que podría evitar. Qué curioso que contigo entendiera que solo necesitaba mis piernas y la energía de la risa para caminar. 

Podría terminar el Viaje aquí: por satisfacción. Por felicidad. Porque cruzarme contigo fue la prueba de que completé mi plan de no tener plan. Por ganas de abrazar a mi madre. Por mil razones. Pero no por cansancio. No existía la fatiga, los demasiados kilómetros acumulados, las demasiadas ciudades visitadas, los excesivos despertares en lugares extraños. Diez días para entender que estoy más Vivo que nunca, con más Hambre de Viajar que en un buffet de Maravillas del Mundo. Precisaba solo la pólvora que hiciera explotar la dinamita de la felicidad. El bastón que no me dejara caer en ninguna cuesta.

Y caí igualmente porque soy torpe. Pero me dio risa porque vi tu sonrisa al lado.

Vi los precipicios más mortíferos asomarse bajo nuestras ruedas. Temblé toda una noche de frío. Tropecé tres veces con la misma piedra. Me encontré sin alojamiento a las 10 de la noche. Tuve hambre, sed y sueño. Que alguien me explique por qué me sentí protegido a tu lado, por qué se fueron los miedos, por qué siempre sentí tener que mirarte desde abajo para estar a la altura de lo que podía aprender de ti.

Se me fue el oxígeno. Se me marchó la risa constante. Me dirijo a mil lugares preciosos con los ojos húmedos… Rodeado de humanos y me siento solo sin mi cobija. Tú me  enseñaste que “no se puede comprar el viento, no se puede comprar el sol, no se puede comprar la lluvia… No se pueden  comprar las nubes, no se pueden comprar los colores…”… Pero me pudiste comprar la alegría.

Podría hablar de mil lugares hermosos que visitamos. Pero ningún lugar vale la pena si no se visita con la compañía adaptada. Solo puedo decirte Gracias. 
“Dame el pequeñín y vamos a darle la vuelta al mundo, darle la vuelta al mundo… Darle la vuelta al mundo”.

El Ave Fénix

Ya huele a casa. En el ambiente de esta invernal noche de agosto empiezo a sentir aromas que me recuerdan a mi hogar puertorriqueño. 

Amanezco en un autobús tras cruzar una buena parte del Perú durante toda la noche. En el horizonte lejano lo que nunca habría querido que se alejara. Delante de mis ojos, lo que ni siquiera sabía que existía.

El humor anda más o menos hoy. Soy feliz porque sé que estoy donde quiero. Añoro tantos lugares y tantas personas dejadas atrás en el camino.

Pero miro a mi alrededor y sé que cualquier día del resto de mi vida soñaré con estar en este lugar, con sentir este aroma, con ver estos árboles mezclados con el paisaje desértico. 

No voy a mentir. No estoy aislado  del mundo. La civilización ha llegado acá. Solo así se puede entender que la vendedora de pasajes de autobuses me diga, al pedirle una información: “espera un segundo, estoy a punto de cazar un Pokemon”.

Pero si existe el paraíso, esto debe de ser lo más parecido a ello.

Me acerco a casa. Y siento que no quiero que este momento termine nunca. No tiene por qué terminar: todo depende de lo que queramos de nuestra vida.

El renacer desde las cenizas. Más vivo que nunca. 

La madurez sudamericana

Le dije un día a mi querido Jack Muscat, viajero que tiene la capacidad de convertir una pizza y un partido de fútbol en un evento irrepetible: “¿Te das cuenta Jack? Este fin de semana estamos en Sucre. El pasado estuvimos en el desierto de Atacama. El anterior en Santiago de Chile… Y el próximo estaremos en algún lugar entre La Paz y el lago Titicaca… Tu vida, tu rutina te va a parecer totalmente banal a partir de ahora”.

O eso… O ya no valoraremos la grandeza de los lugares que visitamos. 

Entonces, llegó Lima. 

Lima, donde una vieja amiga te espera para convertir su flamante casa en el distrito más puntero de la capital, en tu hogar. 

Lima, donde sucede la magia de reencontrar a una protagonista del Viaje. Y así confirmar que los compañeros de Singladura no son maletas que pasan sobre la cinta de equipaje y desaparecen de tu vida para siempre. No. Son el mismo contenido de la mochila de tu existencia, personas que adquieren el grado de íntimas tras una experiencia de un día.

Lima y la marca en la piel. La madurez del Viaje. La inteligencia para entender que no existe el arrepentimiento por lo que hiciste mal, sino por lo que dejaste de hacer.

Lima en mi presente… Que deja de existir en cuanto existió. Lima de mi futuro, que es solo fantasía. Lima de mi pasado y el de mi familia, y me regala una persona para enmarcar, unas horas que deben ser escritas a parte minuto a minuto. La Lima que solo el local conoce. Y si tienes el privilegio de conocer a su lado, entrará en el panteón de tus lugares predilectos para la eternidad.

Lima Casa. Lima Amiga. Lima en la Piel. Lima Familia.

No me llega el tiempo para descubrir esta ciudad en su más profunda esencia. Pero me bastó una primera noche para sentirme en mi Hogar. Tan lejos y tan en casa.

¿Y si dejáramos de hacer lo que el mundo espera que hagamos?

Cambia de idea. Equivócate. 

El objetivo no es Vivir para Siempre. Nadie lo logrará. Es Vivir este año, este instante. 

No existe el futuro. El presente se desvanece entre los dedos de las manos como granos de arena regresando a la tierra, y desaparece de nuestro puño en el preciso momento en que lo conocemos.

Somos solo pasado. Como un cielo del desierto, despejado y brillante, repleto de estrellas cadáveres que aparecen ante nuestro asombro cuando ya no forman parte de este manto azul. Aprende entonces del pasado. Descubre qué te satisface, qué te hace feliz, qué te lleva a sonreír tanto que tu sonrisa se convierte en una onda expansiva para los que te rodean.

Caballitos de Totora en la Playa de Pimentel

Deshazte de todo lo innecesario. Hemos crecido con tanto que precisamos de libros de autoayuda para buscar la felicidad que tenemos en las bibliotecas de nuestras estanterías. Nos anquilosa la comodidad. Cambia el trabajo más seguro del mundo si te aburre. Rompe la relación más estable de tu vida si te absorbe. Vete de la ciudad más bella del universo si ya no te sorprende. No comas el plato más sabroso de tu restaurante preferido si ya no lo saboreas. Rompe con todo. Disfruta vendiendo pulseras en una plaza. Enamorándote tres veces al mes. Durmiendo  en un pueblo diverso cada noche. Devorando paltas con pan en cada almuerzo. Siendo feliz.

Dicen que tu vida es rara. Que estás loco. Escucha, pero filtra la información. Existe la envidia. Existe la frustración. La rabia por no haber tenido valor para emprender lo que siempre se quiso emprender. Y el pasado se comió al futuro. Si tienes hambre de vida, Vive. No existen edades, no existen obstáculos, no hay peros. 

No precisas de mucho: un poco de agua, un pedazo de pan y muchas ganas de Ser Feliz. 
No estoy de vacaciones. Estoy viviendo. Pero acepto tu etiqueta. Se me cae de la mochila en cuanto la roza. Está demasiado llena con mis recuerdos. 

Despedida musical de Perú

Uruguay… Argentina… Chile… Bolivia… Y ahora el Perú se queda atrás… Difícil medir el impacto que una tierra ejerce sobre uno tras haberse impregnado de sus olores… Tras recorrerla de este a oeste, de sur a norte… Tras haberse sentido integrante de ella. Hoy os invito a echar la vista atrás conmigo. A recorrerla de nuevo a mi vera, una vez más. A mi ritmo. Al compás de la música que nos ha acompañado. 

Latinoamérica, Calle 13

Una frontera que te cambia la vida. No, no hay problemas. El problema lo tienen ellos porque gritamos demasiado de felicidad. Alegría por llegar al Perú. Emoción por habernos conocido.

No hay problemas. América Latina es el perro que te acompaña desde el hostal hasta la terminal de autobuses a las 4 de la mañana. Ladra… Pero si lo acaricias, si lo respetas… Si no invades su hábitat, no muerde. Te protege. Es fiel. Se hace querer. Te hace sentirte parte de su familia. Tú la conviertes en la tuya.

Vamos caminando… Ellos se van… Yo me voy por otro lado… La frontera que nos unió nos separa de nuevo. América que une. América que separa. Son tan grandes las distancias. Pero nunca serán suficientes para olvidar lo que aquí sembramos.

Una en un millón, Alexis y Fido

Un nuevo autobús. Más kilómetros. Una nueva ciudad cubierta de nubes, donde el sol está tan lejos como los Viajeros que se llevaron tu calor y tus rayos de energía. Ninguna piedra tiene comparación con la próxima hallada en el sendero. Buscas otra idéntica a la orilla del próximo río. Digan lo que lo digan, no existen dos iguales. Todas parecen incómodas y extrañas, ninguna me vale para sentarme a saciar mi sed. 

Pero este río es nuevo. No me interesa tanto su agua. Su geografía es perfecta y aún así no la miro. No perderé ni un segundo observando su belleza, sus peces que saltan en su agua, los restos de vegetación que descienden en su curso y marcan su historia. Tengo sed y eso me nubla la visión. No lo perderé porque dos lindas piedras me dan cobijo. Me protegen. Me proporcionan bienestar. Y me quedo sentado entre las dos un buen rato. Hasta que la corriente me lleve de nuevo.

Nena, Maramá
Sube la temperatura. Cuántos desconocidos. Casi 3.000 kilómetros desde aquella frontera alocada y fría, y las energías flaquean.

Noto el olor a Caribe. Está lejos, pero lo quiero oler. La música me lleva al sur, a mis orígenes del Río de la Plata. El viento me empuja al norte. Y volando en el nuevo espacio, los desconocidos se transforman en nueva familia. Cálida como el mar que añoro. Cariñosas como las personas que ya cruzaron la frontera. Protectoras como las piedras del Capitolio. Únicas como la música que me hace cerrar los ojos en este último Viaje en el Perú. Sonreír reconfortado. Esa lágrima me la metí en el puño, y lo cerré fuerte para mirarla cada vez que recuerdo nuestros infinitos momentos de risa.

Tumbas Reales del Señor de Sipán

Al Perú y a todas esas personas que lo vivieron conmigo.