Ruta en la Patagonia más remota
Entrega 1 – Un paseo en el corazón de la naturaleza.
Su belleza es inversamente proporcional a su reconocimiento internacional. Afortunadamente, añadiría, pues el carácter remoto de la Carretera Austral se vería mermado si fuera inundada por turistas. La oficialmente Ruta 7 de las vías chilenas es recorrida anualmente por centenas de aventureros, procedentes fundamentalmente del continente sudamericano. Sin embargo, su uso sigue siendo todavía principalmente local.
Cuando los chilenos se refieren a Puerto Montt, dicen que se ubica en el sur del país. No obstante, el territorio nacional se alarga todavía más de un millar de kilómetros en dirección al continente antártico. Muchos prefieren llegar hasta localidades como Punta Arenas o Puerto Natales cruzando la Patagonia argentina, una alternativa posiblemente más rápida y cómoda. Sin embargo, la Carretera Austral tiene la capacidad de ofrecernos el que probablemente será uno de los más espectaculares viajes de nuestras vidas. Una radical experiencia en la naturaleza, a través de vías no asfaltadas hechas de ripio en su mayoría, cruzando pueblos de cabañas habitados por un puñado de habitantes, y dotada de maravillas tales como volcanes, glaciares o paisajes propios de la más frondosa de las selvas.
Una alternativa muy apetecible para conocer la Carretera Austral en profundidad y de forma tranquila es hacerlo en bicicleta. Seguramente no estarás solo si eliges esta opción. En cualquier caso, conviene recordar que las condiciones meteorológicas de la Patagonia chilena son extremas, y por eso se recomienda elegir meses estivos para poner en práctica la excursión. En total, un recorrido de 1.247 kilómetros entre Puerto Montt y Villa O’Higgins.
Entrega 2: Hacia la Carretera Austral a través de los fiordos.
Dado que venía de Ushuaia, realicé el trayecto de sur a norte. Si lo que estás buscando es el encuentro con otros mochileros, posiblemente no sea lo más aconsejable. De esta forma apenas te cruzarás con ellos y, al máximo, coincidiréis una noche en algún hospedaje. Pero si deseas enfrentarte a un shock paisajístico inmediato, yo me decantaría por la ruta invertida.
Llegamos aPuerto Yungay en la Transbordadora Austral Broom, un ferry que conecta esta pequeña demarcación con Puerto Natales, en la Región de Magallanes. Se trata de un apacible viaje de dos días entre los fiordos chilenos, cuyas únicas paradas tienen lugar en el indígena Puerto Edén y en Caleta Tortel.Las tres comidas del día están incluidas y el barco dispone de baños con duchas. Son mágicos los atardeceres en este navío dedicado al transporte local.
De PuertoYungay nos desplazamos hasta Villa O’Higgins, un pueblo de algo más de 600 habitantes que ya nos da una idea de lo que será la Carretera Austral: pequeñas localidades de cuadriculadas calles con bajas casas de madera. El cielo está cubierto del humo saliente de las chimeneas y, en el fondo, las montañas nos observan con talante dominante y protector a la vez. A escasos siete kilómetros se encuentra el kilómetro 1247 de la Ruta CH-7, ubicado junto a un lago de color esmeralda.
Entrega 3: En la villa de las calles de madera.
De Villa O’Higgins ponemos rumbo de nuevo hacia Caleta Tortel, lugar en el que también es posible desembarcar del ferry. Se trata de una de las imágenes de postal de la Carretera Austral. Su fama, bien merecida, se debe a su peculiar estructura urbana. Situada en la desembocadura del caudaloso río Baker, una serie de estrechas pasarelas y escalinatas hacen la función de calles en Caleta Tortel. Los porches de madera sustituyen a las plazas, y en cualquier escalón nos podemos chocar con un hostal, una panadería, o uno de los numerosos perros que conviven con los 500 habitantes de esta demarcación de cuento de hadas.
En la parte alta, una explanada sirve como parada para los pequeños autobuses que conectan Tortel con Cochrane, nuestra próxima meta. Si bien la distancia entre ambas es de 125 kilómetros, el tramo en coche bien nos puede ocupar media jornada. En el camino, son obligatorias las pausas para vislumbrar cascadas, lagos de color turquesa, el vuelo de los cóndores o el paso del río Baker. En caso de realizarse en autobús, debemos estar preparados para eventuales pinchazos y averías, no extraños en este rincón de la geografía. Se dice que “el que corre en la Patagonia pierde tiempo”. Así que nos lo tomaremos con parsimonia.
Entrega 4: Hacia la capital surcando catedrales.
Tras una noche alojados en una chocita de Cochrane, dedicamos la mañana a comprar comida para almorzar junto al río Baker. No nos faltan las hallullas y las marraquetas, deliciosas especialidades de pan chileno. A continuación, nos encaminaremos hasta Puerto Río Tranquilo, diminuta localidad de medio millar de personas. Tras recorrer 114 kilómetros cruzamos una versión en miniatura del puente 25 de abril de Lisboa. Sirve como separación de los lagos Bertrand y General Carrera, este último el mismo que en Argentina lleva el nombre de Buenos Aires. Puerto Río Tranquilocustodia uno de los monumentos más espectaculares diseñados por la Pachamama. Mejor dicho, tres: la Catedral, la Capilla y la Caverna de mármol, formaciones minerales moldeadas por la erosión del agua. Se pueden visitar en grupo o de forma privada en una de las numerosas lanchas que parten de su puerto. Gracias a su eminente carácter turístico, no nos será complicado encontrar alojamiento.
Tras una noche al calor de la leña, iniciamos el camino hasta la capital de la Región de Aysén. En total, 216 kilómetros de aventuras hasta Coyhaique. Incluso en vehículo privado, no hay que subestimar las distancias en la Austral. No es extraño encontrar tramos cortados para abrir nuevos segmentos mediante explosiones de dinamita. Los horarios están bien señalados, por lo que cuando nos choquemos con estos “cortes por tronación”, lo mejor es detenernos, mirar a nuestro alrededor y disfrutar.
Coyhaique estaba habitada por casi 50.000 seres en el último censo, realizado en 2017. Su ubicación y sus características se antojan inmejorables para realizar una pausa con la que reponer fuerzas. Posiblemente en muchos días no vamos a volver a encontrar una farmacia, un gran supermercado o una oferta grande de restaurantes. Qué mejor espacio para gozar una de las deliciosas cervezas producidas en el sur de Chile o para conocer manjares de la gastronomía local como la paila marina.
Aunque no cabe duda de que la mejor alternativa para probar pescado o marisco es hacerlo en la costa. Es por eso que el próximo día nos acercamos a Puerto Chacabuco. Siendo el puerto más importante dentro de la región de Aysén, una de las opciones desde aquí será realizar el abordaje a los Campos de Hielo Norte, tercera mayor extensión glaciar del globo. En el Parque Nacional Laguna San Rafael es posible caminar sobre enormes masas heladas y divisar aves como el cisne de cuello negro o el cormorán, y mamíferos como las delfines rosados (toninas) o los elefantes marinos. Aquí, además, se halla el punto más elevado de los Andes Australes, el Monte San Valentín (4.058 msnm).
Para conocer bien la estructura de un fiordo viajamos después hasta Puerto Puyuhuapi, situado en el extremo norte del fiordo de mismo nombre. Vamos desde aquí hasta el Parque Nacional Queulat, donde nos subimos a una pequeña barquita que nos acerca al Ventisquero Colgante, una masa glaciar de la que se desprende una caudalosa cascada, efecto del deshielo. Se puede llegar también a través de un precioso camino de 3,5 kilómetros.
Entrega 5: Caminos que se bifurcan.
Nos vamos acercando paulatinamente al Chile Austral no extremo. Las opciones de abandonar la Carretera Austral son tentadoras, por ejemplo, con la excusa de cruzar a la Isla Grande Chiloé. Ya desde Puerto Chacabuco existe la oportunidad de embarcarse en la Naviera Austral con destino a Quellón, en el extremo sur de la isla. Sin embargo, aunque las ganas son grandes, dejaremos esta opción para nuestra llegada a Puerto Montt, desde donde podemos continuar la Panamericana Sur en dirección a Ancud.
Nuestra alianza con la Carretera Austral es ya demasiado fuerte y, por lo tanto, no la pensamos abandonar antes de tiempo. Además, existen dos lugares que todavía debemos visitar. Por un lado, el Parque Nacional Pumalín, a medio camino entre Puerto Cárdenas y Chaitén. El menú de prodigios de la naturaleza que ofrecen sus numerosos y bien señalizados senderos no cabe en este artículo: ventisqueros, bosques de milenarios alerces, cascadas, flamencos, pumas, pingüinos, lobos de mar… Sus 325.000 hectáreas merecen que le dediquemos varias jornadas, también porque las opciones de acampada son sugerentes y variadas.
Antes de emprender el camino hacia Puerto Montt, hacemos una parada en Chaitén. Aquí causa estupor comprobar las cicatrices de la erupción volcánica que se produjo en el año 2008. El pueblo repite la estructura de otras localidades australes, propias de una película del lejano oeste. Sus encantos están más allá de lo que las pupilas captan. Están en una playa de arena y cenizas donde contemplar una espectacular puesta de sol con la única compañía de un volcán tímido, que nos observa como si no hubiese roto un plato en su vida. Están en un paseo nocturno, silencioso y casi fantasmagórico. De repente, una sombra va encendiéndose al fondo de la avenida. Según toma forma se reconoce su identidad. Sin inmutarse, una preciosa yegua se cruza en mi camino y prosigue hasta quién sabe qué lugar. Quién sabe cuántas sorpresas más nos depararía la Carretera Austral si le dedicásemos toda una vida humana.
El último día es nostálgico, cargado de recuerdos y ganas de poner rumbo de nuevo hacia el inicio. O hacia el final. Porque en realidad lo que nos espera es el verdadero kilómetro 0, en Puerto Montt. Para llegar hasta allí, el camino en transportes públicos exige una jornada completa: son los 254 kilómetros de la denominada Carretera Bimodal. Tras una hora, nos subimos en el Transbordador Tehuelche, desde donde llegamos hasta la península Huequi. Diez mil metros más hasta Caleta Leptepu, donde montamos en el Isla Mancera hasta Hornopirén. Cruzando el estuario de Reloncaví ponemos punto y final a esta apasionante aventura. Un cartel luminoso de una cadena multinacional de restaurantes me ciega a mi entrada en Puerto Montt. Ahora comprendo por qué la Carretera Austral configura la más “extrema” parte meridional de Chile.